domingo, 14 de junio de 2009

la edad de la razón

me guardo tu recuerdo como el mejor secreto
qué dulce fue tenerte dentro


Tus ojos me miran subiendo por mi panza. Mientras marcás un rastro de saliva el rededor del ombligo. Sonreís. Suspiro. Sonrío. Agarro el borde de tu remera y empiezo a tirar hasta que te la sacás, no doy más. Extraño la textura de ese tatuaje que te corta la espalda. Cruzo los dedos entre tu pelo, quiero mirarte, decirte que pasó muchísima agua bajo el puente y reirnos y que tus caderas me hagan abrir las piernas hasta que me duela y quiero que te quedes en mi ombligo, jugando con el arito que odiabas. Y tomo el último sorbo del café mientras leo los mails de la oficina. Me repito que ya pasó, que debería dejar de pensar en esa mañana, que no puedo más. Basta para mí basta para vos.
Pero es tan dulce la imagen, casi empalagosa, pero picante, pero fuerte, pero dura, pero dulce y amarga y ácida. Y mis manos haciendo caracolitos en tu nuca para que te duermas. El último suspiro. Una última petitte morte para que me quede en la memoria, un corte en seco.
Y seguir mirando los mails sin poder leer.
Dios, qué dulce fue tenerte dentro